Último rebuzno, Alma Delia Murillo
Si una es capaz de detenerse, de juntar el coraje para hacer una pausa y rebelarse a la tiranía de la hiperproductividad, puede darse cuenta de que está extenuada. Parar ese momentito pronto deja al descubierto la falta de energía, el dolor en el cuello, el ojo lloroso, las lumbares punzantes, la mente volátil. Y ocurre otra iluminación a contrapelo de nuestros tiempos: una comprende que sus palabras y posicionamientos no son importantes, que el mundo puede seguir sin la combusta opinión que nos urgía externar. En el colmo del asombro, detenerse induce a otra revelación: sólo queremos repetirnos. "Oye, Grok, confirma mi sesgo ideológico".La tormenta de discursos políticos polarizantes nos hizo creer que lo saludable es posicionarse radical y furiosamente sobre lo que ocurre en el minuto a minuto de nuestro desaforado planeta, pero nada más lejano: tensar nuestras posturas lleva a emociones metabólicamente desaconsejables (sobre todo a esta edad): enojo, miedo, frustración y ansiedad con su consecuente subidón de corticoides, glucosa, presión arterial.Todo para decirles que llegué a la conclusión de que lo mejor para pensar mejor en este vertedero de opiniones incendiarias, es dejar de hacerlo por un rato; al menos en este formato, y que hoy me despido luego de cinco años escribiendo esta columna.Escribir no es sólo un ejercicio racional, sino también un taller emocional y afectivo desde donde se procesa la realidad. Y es vital reconocer cuando se está emocionalmente drenado. Me dan ganas de culpar al algoritmo y voy a hacerlo, cómo no, ya que estamos hasta el cuello de la ignominia digital. En días pasados con la tendencia de consultas a Grok -que no es otra cosa que un modelo de lenguaje alimentado por nosotros y que responde conforme al mayor número de incidencias en el acomodo predictivo de palabras según nuestro propio túnel algorítmico- caí en cuenta de hasta qué punto hemos puesto al mando una mente delirante que es eco de nuestro propio delirio.Así que estaba a punto yo también de pedirle a Grok que replicara mis creencias en su cámara de eco y que me acuerdo del precioso y descojonante pasaje de la aventura del rebuzno en el Quijote (juro ante ustedes que hasta ahora no encontrado nada en mi minúscula existencia que no me remita al Quijote).He aquí que en el capítulo XXV de la segunda parte a un regidor se le pierde el burro, y su regidor vecino le comenta que vio al jumento en el monte y le propone ir a buscarlo discurriendo la lúcida idea de ponerse a rebuznar para llamar al borrico perdido, lo cual además dará ocasión de demostrar que él rebuzna maravillosamente, a lo que el regidor primero responde que él tampoco rebuzna mal las rancheras, y allá van. En lo profundo del monte se ocupan en rebuznar cada uno por su lado y, creyendo cada vez que han hallado al jumento, descubren que dan vueltas en círculo encontrándose el uno con el otro confundidos por sus habilidades rebuznadoras. Por azares de la condición humana -cosa de muy grande asombro- los pueblos de uno y otro regidor acaban peleados a muerte llamándose a rebuznos a la batalla y descuartizándose entre sí con todo tipo de armas, abanderando un burro como causa. Aplaudir la grandeza de Cervantes, que predijo el funcionamiento de Grok y el sesgo de confirmación.Pues eso, queridos amigos, que ya no quiero la cámara de ecos de mi propio rebuzno. Ni la agonía mental y el estrés dictatorial de seguir el ritmo colérico del mundo para dar mi perfectamente prescindible opinión de los aconteceres. Y en honor a la verdad los columnistas no siempre tenemos algo interesante que decir. (Inserte aquí sus risas por la obviedad de mi mal chiste).No tengo sino agradecimiento para cada uno de ustedes por su complicidad lectora, todo mi cariño al equipo editorial del Reforma que siempre me dio entera libertad para venir a garabatear acá mis ocurrencias. Pero son 5 años de escribir en este medio, antes estuve otros 8 en un medio digital y 2 más en un suplemento cultural. Son 15 años rebuznando mi opinión. Suficiente.Una última alegría: dentro de tres meses publicaré una nueva novela -total que el jumento no descansa-, si me honran con su lectura y su compañía, nos veremos en torno a los libros.Y antes de que me cierren el bar: lean el Quijote.